CONTRA la psiquiatrización
Nota de los editores: Contra la psiquiatrizacion y/o la represión en Salud Mental
Revista Topía #90 - Noviembre/2020
Enrique Carpintero, Alejandro Vainer, César Hazaki
Este año
tenía que producirse el cierre de los manicomios y su reemplazo
por propuestas alternativas (hospitales de día, de noche, casas
de medio camino, etc.). Nada de esto ocurrió y la
situación en los servicios se agravó con la pandemia. En
el número anterior denunciamos la muerte de un paciente del
Hospital Borda que fue atacado por una jauría de perros mientras
paseaba por los fondos del hospital. Como decíamos, una muestra
tremenda de la barbarie en los manicomios. En los últimos
días ocurrió otro hecho grave. En la zona de Recoleta de
la Ciudad de Buenos Aires, un hombre con diagnóstico de
esquizofrenia supuestamente atacó a un policía con un
cuchillo y este se defendió con varios disparos. El resultado
fue la muerte de ambos. La Asociación de Médicos
Municipales -entre otros- con el apoyo de algunos medios
periodísticos salieron a culpar de este episodio el hecho de que
estuviera vigente la Ley Nacional de Salud Mental. El ministro de
seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni y autoridades
de CABA plantearon la necesidad de comprar las pistolas Taser para que
se defiendan las fuerzas de seguridad. Según ellos, la Ley no
permite las internaciones sin el consentimiento del paciente. Por
supuesto, esto no es lo que dice la Ley. Por lo contrario, establece
claramente la posibilidad de internar a una persona en caso de riesgo
para él o para terceros. Además, está la
resolución 506/2013 del ministerio de seguridad para los
“Cuerpos policiales y Fuerzas de seguridad. Pautas de
intervención para determinadas situaciones”. Allí
se establece claramente el protocolo para que sus miembros sepan
cómo actuar frente a personas con padecimientos subjetivos o
consumo problemático de drogas desde una perspectiva que no los
criminalice. En el texto hay una información detallada y
operativa sobre casos de “riesgo inminente para terceros o para
sí mismo”. En el año 2013 esta resolución
fue muy difundida por los medios oficialistas, pero quedó en los
papeles. Nadie la conoce.
Creemos importante
destacar que para llevar adelante la Ley Nacional de Salud Mental es
necesario generar un espacio de trabajo comunitario interdisciplinario
e intersectorial entre la comunidad y los Hospitales y Centros de Salud
Mental. De esta manera, se evitan internaciones innecesarias y se
pueden generar espacios que soporten al paciente y sus familiares en
las externaciones. Sin embargo, se confunde la Salud Mental
pública y las acciones comunitarias con el trabajo para dar
cuenta de la pobreza y la exclusión. Además, desarrollar
un programa de atención primaria permite establecer redes
familiares y sociales de atención y participación
comunitaria. Al mismo tiempo, asistimos a un retorno del modelo asilar,
no ya por vía de las internaciones masivas en hospicios sino por
el modelo de relación asistencialista que se va imponiendo en
las instituciones de salud del Estado que, abandonadas las premisas de
la prevención y los principios comunitarios, responden a la
demanda con la prescripción de medicamentos.
En este sentido,
una serie de factores que fueron esenciales para el proceso de
reconversión de los sistemas de atención en Salud Mental
son molestos para los principios económicos de las empresas
privadas. Por ejemplo, la comprensión comunitaria de los
problemas de Salud Mental que exigiría dar cuenta de la
complejidad de la determinación de las patologías para la
utilización de estrategias comunitarias y la
participación de los propios pacientes y las familias en los
tratamientos. Esto es posible a partir de desarrollar lo que se conoce
como desinstitucionalización donde se moviliza a todos los
participantes del sistema institucional. No es solamente una reforma de
las instituciones sino una desinstitucionalización de todos los
profesionales conjuntamente con los pacientes, la comunidad, la
opinión pública, etc.
Esto implica
transformar los modos en que son curadas las personas ya que el
tratamiento no es solamente la búsqueda de la
solución-curación sino un conjunto de estrategias que
consideran el problema a través de la revisión
crítica del tratamiento mismo. Es decir, no hay
desinstitucionalización sino se cuestiona el modelo
médico hegemónico centrado en la medicalización.
De allí la necesidad del eje que se sostiene en el trabajo
interdisciplinario e intersectorial en tanto en la enfermedad
también intervienen otros factores que tienen que ver con las
condiciones de vida. Como plantea Roberto Mezzina, ex director de los
servicios de Salud Mental en Trieste: “En Italia, la
desinstitucionalización psiquiátrica se completó
al punto de que se han cerrado todos los hospitales
psiquiátricos en un lapso de dos décadas (1978-1999),
gracias a un movimiento crítico previo y a la ley de reforma que
se aplicó en 1978. Esta ley se basa en los derechos plenos (como
el derecho a la libre comunicación, el derecho a apelar, a no
tener tratamientos involuntarios prolongados, a la no detención
durante esos tratamientos) y no contempla la intervención de
ninguna autoridad de la justicia ni del orden público. Estos
principios llevaron a que se lograra la tasa más baja de
tratamientos involuntarios en Europa (17/100.000), así como la
tasa de menor duración de estos tratamientos (10 días),
lo cual evita que los usuarios del servicio pasen por un proceso pesado
de institucionalización.”
Esta es una
respuesta a los que siguen sosteniendo la Psiquiatrización y/o
la represión en la Salud Mental. Pero también los que
defienden la ley de Salud Mental solo como una serie de
artículos y reglamentaciones que no se aplican; como sostiene
Mezzina lo importante fue “un movimiento crítico
previo”. Caso contrario, la ley queda en los papeles.
Este proceso de
desinstitucionalización implica desarrollar -entre otros- dos
aspectos fundamentales: 1º) La construcción de una
política de Salud Mental desde abajo y desde el interior de las
estructuras institucionales, mediante la movilización y la
participación de los profesionales, los pacientes y sus
familiares; 2º) La centralización del trabajo
terapéutico en el objetivo de que los pacientes sean sujetos
activos y no objetos en relación con las instituciones. Es
aquí donde la participación de los diferentes sectores
sociales es fundamental para los problemas de los desocupados,
desafiliados, marginados, las cuestiones de género, de los
distintos grupos etarios, etc. Esto se hace evidente actualmente en
toda la problemática que nos trae la pandemia.
En este sentido
entendemos que no hay salud pública sin la participación
de los usuarios, los profesionales y los trabajadores. Caso contrario
la salud pública queda en manos del poder hegemónico que
utiliza al Estado para privatizar la salud.
El dossier de este
número aborda los efectos problemáticos de esta larga
pandemia y los diversos confinamientos. Situación general que
promueve la fragmentación social y es aprovechado por el
capitalismo actual que reinventa estrategias de dominación.
Entonces, nuestra pregunta hoy es ¿Cómo inventamos lo que
nos mantenía unidos? Enrique Carpintero, en su artículo
editorial, “La política como producción de
comunidad de las potencias” rescata “la actualidad del
pensamiento de Spinoza que nos remite a un mundo donde el
neoliberalismo capitalista se disfraza de democracia y el populismo de
derecha o progresista aliena las potencias de los sectores sometidos. A
él debemos oponerle la cautela de una razón apasionada
que encuentra su potencia en la fuerza del colectivo social.”
Lila María Feldman, en su artículo, plantea recuperar los
diversos sentidos de lo común cuando “estamos todos
desterrados, exiliados, en estado de diáspora y
prometiéndonos un reencuentro que ya está definitivamente
marcado por el destiempo y el desajuste”. Susana de la Sovera nos
propone que “solo en el encuentro con otrxs puede encenderse la
potencia que surge de la capacidad de afectar y de ser afectadxs, y por
lo tanto solo entre otrxs podremos explorar nuevas formas de
construcción de lo común.” César Hazaki, en
“Planeta cyborg recargado”, analiza uno de los efectos de
la pandemia, postulando como “las empresas tecnológicas
han dado el zarpazo final para hacerse del conjunto de la
economía mundial”. Y que nuestra “hiperconectividad
virtual exige estar desvelados y reemplazar los sueños por
conexión y consumos”. En la misma línea, el texto
de Marcelo Rodríguez sostiene que “vivimos en una fase
histórica en que el capitalismo se ha transformado en un sistema
global de vigilancia con poder para manipular a los usuarios y dirigir
su conducta”. Hernán Scorofitz analiza detalladamente
estas cuestiones en un ámbito específico, en
“Pospandemia y educación universitaria. El futuro
llegó hace rato.”
En el Área
corporal, Claudia D’Agostino nos presenta las diversas
transformaciones del trabajo corporal a través de las pantallas
en “Navegando la Pandemia”.
Topía en la
Clínica aborda las distintas crisis que implica el trabajo
terapéutico a distancia. Para ello, tres analistas nos acercan
sus reflexiones. Alejandro Vainer, en “Tres preludios sobre la
clínica psicoanalítica en la pandemia”;
Martín Vul con “Tiempos Pandémicos. Tratamientos a
distancia. Psicoanálisis. Psicoanalistas y Pacientes
Adolescentes”; Carlos Alberto Barzani “Sobre confinamientos
y placares. Diversidad sexual y pandemia”.
En Debates en
Salud Mental, María Eugenia Padrón plantea las
“Prácticas de salud mental en la pandemia. Consideraciones
sobre la creación y la equidad”. Darío Cavacini
retoma las necesarias ideas de Franco Basaglia, a 40 años de su
muerte, rescatando la historia de la primera cooperativa social en
Europa. Laura Ormando nos lleva a las entrañas de un Hospital
Público en medio de la pandemia en “El destierro
(gauchesco a medio pelo)”. Y, como es habitual, tenemos la
columna de Tom Máscolo, sobre “El encierro en la pandemia:
cómo viven travestis y trans en las cárceles”.
También en
este número incluimos un apasionante caso clínico y sus
necesarias reflexiones, en “Amanda” de Miguel Matrajt y
Héctor Freire aporta el desafío poético en:
“Del cine y la fotografía a la poesía”.
Con este
número cerramos nuestros 30 años, en “el año
de la peste”. Esta crisis mundial nos llevó al
desafío de seguir produciendo pensamiento crítico en
distintos y nuevos ámbitos. Desde un número de abril que
solamente salió en PDF de descarga libre hasta la
producción de diversas actividades en nuestro sitio de internet
y la publicación de distintas temáticas actuales y nuevos
libros. También esta misma situación nos llevó a
modificar la fecha de cierre del Séptimo Concurso internacional
de Ensayo 30 años de Topía para el 30 de agosto de 2021
(más información en la página 35).
Nuestro año
30 nos encuentra ampliando los necesarios territorios de pensamiento
crítico, que siempre enciende una “chispa de la
esperanza” en medio de esta crisis mundial.
Hasta el año que viene.
Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer